Un hombre hace cuarenta años leyó esos cuentos policiales que estaban en un libro muy interesante para él ya que quedó pasmado por la angustia que sentían las víctimas. No por las historias. Pasado el tiempo olvidó el nombre del libro, y hasta se lo dio prestado.
Años después comenzó a viajar y se transforma en vendedor de libros, su verdadera razón de que estuviese radicado allí, era para ver donde había vivido la madre por indicación del padre. El comenzó a sentir que en ese lugar estaban sus raíces.
Un día sintió que lo observaban. Miró sobre su hombro y lo vio. En seguida recordó el sentimiento que lo embargaba al leer los cuentos policiales: la angustia de las víctimas. Finalmente logra encontrar el nombre del libro que lo hizo saltar de la silla: Magret.
Magret era el investigador del cuento que leía, pero nadie reconoció lo que decía como disco rayado. John Simenon era el autor. Tres amigos le mandaron libros que eran similares y de este autor pero no era el que buscaba, llego a cuestionarse si no era de él el libro que tanto estaba buscando.
Se encontré con el escritor, lo vio, pero no lo hubiese reconocido por las fotos de los libros. Tenía la misma cara que le había dado a Magret. No se animo a acercarse ni preguntarle si recordaría sus obras.
En 1983 en una fiesta Víctor Cohen se le acerco a este hombre, que seguía en su búsqueda, luego de bailar, le dio un vale por $ 900 que nunca le había dado. Aprovechando le pregunto si tendría sus libros que hacía 30 años le había prestado, tenía 3 en su biblioteca de forma muy prolija. Ninguno era el que buscaba.
Por Julio Cortázar se acordó de Simenon y le dijo su nombre, que pertenecía a una colección. No le preguntó, confiado de que lo iba a conseguir fácilmente, lo busco y compro, pero era otra edición porque tenía 6 cuentos y la original 9.
Beatriz de Moura en 214 volúmenes se propuso editar la obra de Simenon, le comentó, pero simplemente fue una broma. Pero al pedido de una nota para poder hacerlo, lo tomo muy seriamente a cambio de que le consiguiera el libro que tanto buscaba.
Luego de tantos intentos fallidos pudo conseguirlo, “El hombre en la calle” se llamaba, estaba en francés. Lo leyó de pie. Leyó el resumen típico de Simenon. Tenía por fin el libro enigmático, pero el enigma seguía. No lo recordaba cómo estaba escrito, era el perseguido el que narraba la historia en su recuerdo y no Magret, el perseguidor.
Como puede la vida cambiar la esencia de un cuento.
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